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Red Internacional

El derecho a la expresión y a la protesta son libertades básicas que cualquier gobierno democrático debería sostener sin limitaciones. Resulta inconcebible que sea un gobierno que se dice de izquierda el que termine recurriendo a metodologías represivas típicas de gobiernos autoritarios.

Miércoles 27 de marzo de 2019 | 15:48

Prácticas represivas y avances sobre las libertades democráticas al mejor estilo de la derecha y un presupuesto orientado a aumentar la seguridad y el control social. Nada más alejado de un pensamiento de izquierda

Mientras el Ministerio del Interior justificó su accionar en la marcha del día viernes a partir de la supuesta presencia de “sospechosos” los grandes medios de comunicación tienden a ocultar la represión y la militancia frenteamplista hace malabares tratando de defender “su” gobierno y terminan apelando a argumentos tradicionales de la derecha.

El derecho a la expresión y a la protesta son libertades básicas que cualquier gobierno democrático debería sostener sin limitaciones. Resulta inconcebible que sea un gobierno que se dice de izquierda el que termine recurriendo a metodologías represivas típicas de gobiernos autoritarios.

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En la marcha del día viernes, el Ministerio del Interior no tuvo ningún problema en reconocer que hay policías encubiertos que infiltran marchas pacíficas mientras cámaras de última tecnología controlan y persiguen.

No se trata de un hecho aislado sino de una política de gobierno. A lo largo de todos estos años el Frente Amplio ha tomado medidas de fortalecimiento del aparato represivo que incluye la compra de tecnología de punta, la “profesionalización” de sus integrantes (entrenados con expertos yanquis o británicos), la mayor injerencia en asuntos de seguridad interna (rol de las fuerzas armadas en la frontera), el dictado de leyes que avalan la represión y limitan el derecho a la protesta (decreto anti piquetes), la creación de la Guardia Republicana nacional (asesina de Sergio Lemos) los mega operativos contra los pobres del PADO y Gustavo Leal, etc. etc. El estado a su vez cobija reparticiones como la Dirección de Información e Inteligencia (DII) y el Departamentos de Operaciones Encubiertas (DOE) que tienen como misión la persecución y el espionaje con una visión que se mantiene intacta desde la dictadura.

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Con la excusa de la lucha contra la delincuencia y el narcotráfico se preparan unas fuerzas represivas que, como lo demostraron los hechos del viernes pasado, terminarán actuando contra los que protestan o se oponen a los planes del gobierno. Con estas acciones el gobierno ha mostrado también que el proyecto de UPM2 se aprueba pase lo que pase y que si para cumplir con sus acuerdos con las multinacionales tiene que reprimir, no le va a temblar el pulso en hacerlo.

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Esta política de fortalecimiento del aparato represivo se complementa con la política de “dar vuelta la página” para los crímenes de la dictadura y avanzar en la reconciliación con torturadores y genocidas. La dureza que muestran contra los manifestantes que se oponen a la presencia de UPM contrasta con la liviandad que actuaron en los casos de los torturadores Troccoli o Ferro (que huyó del país y luego se perdió en Europa ante la omisión del gobierno y todo su aparato de seguridad).

Lo sucedido con el relevo de Manini Ríos va en el mismo sentido, ya que el que fue nombrado como su reemplazante reivindica al propio Manini, se declara como su continuador y fue también parte del Tribunal de Honor que no condenó los crímenes de Gavazzo y Silveira.

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Mientras el Frente Amplio hace campaña posicionándose como la alternativa que puede evitar a la derecha al estilo Bolsonaro o Macri, en la práctica sus arrebatos represivos preparan el terreno para la represión a gran escala de la protesta social cuando gane quien gane se dispongan a llevar adelante un ajuste contra el pueblo trabajador.

La militancia frenteamplista no puede explicar estas contradicciones entre los discursos y las prácticas y en ocasiones terminan justificando el accionar del gobierno, un accionar que no tiene nada de izquierda y se asemeja peligrosamente a lo que harían los partidos tradicionales en situaciones similares.


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