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Red Internacional

Luego del 8M y el PIM es necesario debatir al interior de nuestro movimiento cuáles son las tareas estratégicas que tenemos por delante. Aquí, un pequeño aporte.

Miércoles 28 de marzo de 2018 | 15:25

Luego de la impresionante movilización del 8M y el Paro Internacional de Mujeres, se abre un debate necesario al interior del movimiento de mujeres uruguayas. ¿Cómo seguir? ¿Cómo lograr que los sectores más explotados de las mujeres, las trabajadoras, las amas de casa, las jóvenes tengan su espacio de organización y puedan expresar toda su fuerza en la pelea por nuestra emancipación?

Las feministas socialistas reivindicamos el aporte de la teoría marxista, corriente histórica que nace y vive a partir de considerar a la sociedad en permanente tensión social a partir de la lucha de las clases existentes – y antagónicas – identificando a su vez las múltiples opresiones que transversalizan la cuestión de clase. Es la ideología que, no solamente reconoce al capitalismo como el generador de la desigualdad en esta sociedad, sino que plantea un programa y una estrategia obrera y socialista para derrotarlo y en esa lucha incluye la pelea específica de las mujeres como sujeto social que presenta demandas específicas.

Hoy el movimiento de mujeres está cruzado por la tensión entre amoldarse a lo que el capitalismo – y el patriarcado - nos otorga en términos de derechos, o bien cuestionar profundamente las raíces que generan la opresión de género. Justamente, al tratarse de un movimiento heterogéneo - por ser amplio y policlasista – varias son las ideologías que conviven a su interior.

Aquellas expresiones del pensamiento posmoderno - que tiene presencia en la academia y también en los movimientos sociales – dan por muertos los grandes sistemas de pensamiento – en especial el marxismo – fomentando el apoliticismo y apartidismo. Reducen la lucha contra el patriarcado solo al ámbito privado de nuestra sexualidad e identidad de género sin pretender cambiar la sociedad en que vivimos. Con un discurso cargado de crítica a las nominaciones y a las formas tradicionales de hacer política, nos llaman a mejorar lo más que podamos nuestras condiciones de vida sin cuestionar de raíz el origen de nuestra sumisión.

El enemigo: ¿el hombre o el capitalismo patriarcal?

En Uruguay y en otros países existe un sector – aunque minoritario – del movimiento de mujeres que ubica al varón como el responsable de la subordinación de la mujer y por tanto, el enemigo. No ven – o no quieren ver – que el causante de la opresión del hombre hacia la mujer no es un individuo concreto (ni muchos) sino un sistema económico, político, social y cultural que genera, reproduce y perpetúa la desigualdad de clase sumada a la opresión de un género sobre otro (u otros).

Este pensamiento – que podríamos englobar en el feminismo radical – divide a la sociedad no en clases sociales sino en “clases biológicas”. Intentan correrse del determinismo biológico pero terminan reproduciéndolo al absolutizar el binarismo hombre-mujer por encima de todas las desigualdades sociales. Tal como indica Andrea D’atri en su libro Pertenencia de género y antagonismo de clase en el capitalismo “Pero al sostener que la división central de la sociedad es la división entre dos sexos (clases), se entiende que la opresión específica de las mujeres está relacionada de manera directa con su anatomía y su capacidad reproductiva con lo cual, la desigualdad, parece entendida, nuevamente, en términos biológicos. El patriarcado, según esta versión, queda establecido como una estructura de poder generalizada y ahistórica” [1]

Esta ideología se expresó el pasado 8M en el debate acalorado de si los hombres debían acompañar y cómo la movilización de las mujeres. Se da de hecho la imposibilidad de que los varones acompañen nuestras demandas. Pero, ¿es o no importante la participación ellos?

Sin embargo, si la tarea de las mujeres es por su propia liberación y esto implica derrotar al capitalismo y al patriarcado como dos sistemas que se retro-alimentan, entonces la lucha se torna anticapitalista. Y en este nivel del debate estratégico es cuando necesitamos saber quiénes son nuestros aliados y quiénes nuestros enemigos.

Con los políticos del sistema no, con nuestros hermanos de clase sí

La clase trabajadora junto al movimiento estudiantil y los pobres de la ciudad y el campo están llamados a ser los “sepultureros” del capitalismo, porque, como decía el Manifiesto Comunista “no tienen nada que perder salvo sus cadenas”. Esta fuerza social es la que, con su organización y métodos de lucha, puede dar un golpe certero y jaquear la economía burguesa, y proyectar una nueva sociedad basada en la igualdad de derechos en un sentido amplio y profundo y en la democracia directa. Entonces, para la lucha contra el capitalismo, la clase trabajadora es una aliada fundamental de la lucha de las mujeres.

Esto no invalida que al interior de la masa trabajadora se reproduzcan las peores conductas machistas, misóginas y homofóbicas. Pero es allí donde el movimiento de mujeres debe poner el ojo y los esfuerzos por ir derribando el machismo imperante en las organizaciones sindicales y estudiantiles – y toda ideología burguesa – e ir conquistando la plena participación de las mujeres. Es allí donde debemos pelearnos por ser escuchadas, por ser reconocidas y por convencer que la clase obrera tome nuestras demandas, a la vez que combatir su propio machismo.

No será de la mano del Frente Amplio ni de los partidos tradicionales que conquistaremos nuestra emancipación, sino con un fuerte movimiento de mujeres independiente del Estado burgués y de sus partidos, y en unidad con los explotados de este sistema que “no tienen nada que perder, salvo sus cadenas”.

Creemos, en tal sentido, un error el contribuir a la división de las demandas específicas de las mujeres, la diversidad sexual o de las etnias de aquellas reivindicaciones “de clase”. Más aún, estamos convencidas que la lucha obrera tiene la potencia para colapsar el sistema capitalista, pero si la clase trabajadora no logra incorporar las demandas de sus sectores más oprimidos nunca podrá liberarse.

Paso a la mujer trabajadora

Por estos motivos desde la Agrupación de Mujeres Pan y Rosas venimos llevando adelante distintas tareas para que la clase trabajadora se libere de sus direcciones burocráticas, rompa con los partidos burgueses, se organice por sus demandas y para que las mujeres trabajadoras que - como dice nuestro Manifiesto - son “las más explotadas dentro de los explotados y las más oprimidas dentro de las oprimidas” puedan alzar su voz.

Así, en 2017 apoyamos a las trabajadoras de La Spezia que ocuparon en defensa de sus puestos de trabajo, y a las trabajadoras de limpieza de la Cooperativa Redes – en convenio con INAU – que soportan la denigración de su trabajo y los malos salarios, y a las trabajadoras del Hospital de Clínicas que quieren organizarse para combatir el machismo tanto dentro como fuera del hospital. ¡Queremos que estas mujeres se levanten!

Y queremos que las mujeres estudiantes secundarias y universitarias, las profesionales y todas las que hoy se organizan contra los feminicidios y la violencia machista puedan ver en este sector, no solo un aliado en nuestra lucha, sino la llave que nos abrirá paso a nuestra ansiada emancipación.


[11.D’atri, Andrea “Pan y Rosas: Pertenencia de género y antagonismo de clase en el capitalismo”. 2ª edición. Ediciones IPS, Buenos Aires, 2013. Pág. 135

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