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Red Internacional

Con esa mentira y sin mencionar directamente la histórica votación en su país, el papa lanzó una indirecta a senadoras y senadores peronistas que aprobaron la legalización de la interrupción del embarazo. Fue en su tradicional “oración de acción de gracias” de este miércoles.

Miércoles 30 de diciembre de 2020 | Edición del día
Foto Aica
Foto Aica

Este martes, por Twitter, Jorge Bergoglio había dicho desde el Vaticano que “el Hijo de Dios nació descartado para decirnos que toda persona descartada es un hijo de Dios”. Fue a horas de comenzar el debate en el Senado que en la madrugada de este miércoles terminó convirtiendo en ley la Interrupción Voluntaria del Embarazo.

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Con los números en la mano (una “paliza” parlamentaria de 38 a 29 en un Senado plagado de dinosaurios conservadores y antiderechos) y viendo a la multitud de la marea verde (la real hacedora de esta conquista) festejando en las afueras del Congreso, Bergoglio sintió la necesidad de lanzar un nuevo dardo sobre las cabezas de quienes, aún sintiéndose creyentes del catolicismo, votaron a favor de la IVE.

Por eso este miércoles el papa aprovechó su tradicional “oración de acción de gracias” en el marco de su última “audiencia general” del año, en la Biblioteca Vaticana. Allí hizo un discurso en el que de entrada tiró una indirecta con objetivos preciso.

“Para nosotros cristianos el dar las gracias ha dado nombre al Sacramento más esencial que hay: la Eucaristía. Los cristianos, como todos los creyentes, bendicen a Dios por el don de la vida. Vivir es ante todo haber recibido. Todos nacemos porque alguien ha deseado para nosotros la vida”, sentenció el monarca del Estado Vaticano desde Roma.

La definición, en pocas palabras pero bien pensadas, sin dudas busca incomodar a quienes desde el peronismo (que se reivindica admirador del papa argentino y a la vez históricamente adhirió a la doctrina de la Iglesia católica) en esta oportunidad optaron por enfrentarse a las órdenes vaticanas en pos de legalizar un reclamo masivo del movimiento de mujeres.

Y lo hizo violando nada menos que el octavo mandamiento del catolicismo: “no mentirás”. Porque decir que “todos nacemos porque alguien ha deseado para nosotros la vida” es lisa y llanamente falsear una verdad tan concreta como inocultable. Ni siquiera la “ola celeste” se había animado a tanto. De hecho, en medio del debate, las y los antiderechos nunca dejaron de reconocer que, en caso de violaciones o donde la vida de la persona gestante corre riesgo, es válido aceptar un aborto. Es decir, no desear que nazca el producto del embarazo y actuar en consecuencia.

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A Bergoglio le ganó la bronca porque el enorme movimiento de mujeres logró imponerle al régimen político argentino, tan marcado por la tradición católica, apostólica y romana, la legalización de un derecho elemental como el de poder decidir sobre el propio cuerpo. Y eso al Vaticano lo pone muy loco, casi tanto como si se separara a la Iglesia del Estado, una lucha que recién está empezando.

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